En el cajetín donde se encuentra el mecanismo de control remoto que abre la puerta del garaje, hace unas semanas, una pareja de golondrinas hizo su nido. Yo pensé que no iba a durar mucho ya que tan sólo estirando el brazo a través de la ventanilla del coche puedo tocar el nido con mis dedos.
Cada vez que entraba o salía le echaba un vistazo para ver como iba su vida.
Mamá o papá golondrina (no sé distinguir muy bien al macho de la hembra -me perdí ese capítulo de Rodríguez de la Fuente-) defendían su nido ante el constante trasiego de coches que iban y venían.
Revoloteaban sobré el capó y poco más.
Era lo único que se puede hacer, - pensaba -.
Fueron pasando los días y el nido continuaba en su sitio. Los "papas" eran persistentes cuidando los huevos y hacían su trabajo diariamente .
Es extraño, quiero confesar, que nadie haya destruido el nido. Nunca imaginé que los polluelos pudieran nacer en esas condiciones de vulnerabilidad.
Día a día me inclinaba sobre el parabrisas para ver como iba el asunto y una pequeña sonrisa me hacía salir un poco más feliz de mi casa.Pero...
Hoy al salir con mi coche, mamá (o papá) tenía en su pico un pequeño insecto mientras me miraba y de repente, dos minúsculas cabecitas, todo boca, salieron disparadas hacia el cielo pidiendo comida.
Me siento tío de esos dos pequeños polluelos que llamaré Pin y Pon.
De papá y mamá me siento como hermano.
Hermano por compartir este absurdo, a veces inexplicable y sorprendente mundo.
Enhorabuena hermanitos!!!
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