"de vez en cuando los amigos tienen el deber de hacerse sentir como cuando eran niños"

Un día más me quedaré sentado aquí
en la penumbra de un jardín tan extraño.
Cae la tarde y me olvidé otra vez
de tomar una determinación.
Esperando un eclipse
me quedaré,
Persiguiendo un enigma
al compás de las horas.
Dibujando una elipse
me quedaré,
entre el sol y mi corazón.
Junto al estanque me atrapó la ilusión
escuchando el lenguaje de las plantas.
He aprendido a esperar sin razón.
Soy metálico en el Jardín Botánico
Con mi pensamiento sigo el movimiento
de los peces en el agua.
Un día más me quedaré sentado aquí
en la penumbra de un jardín tan extraño.
Cae la tarde y me olvidé otra vez
de tomar una determinación.
Esperando un eclipse
me quedaré,
Persiguiendo un enigma
al compás de las horas,
Dibujando una elipse
me quedaré,
entre el sol y mi corazón.








































viernes, 26 de noviembre de 2010

Doble núcleo = un par de chanclas


Un compañero de trabajo estaba explicando a otro en qué consistía un ordenador de doble núcleo. Exactamente ha sido de esta forma:

-¿Doble núcleo? ¿Que qué es doble núcleo? A ver... ¿Cómo te lo explicaría yo? Mira. ¡Imagínate que esto es un núcleo!
Y pone sobre la mesa una chancleta.
-¡Y esto es otro núcleo!
Y coloca la otra chancleta al lado.
-Esto es el procesador del primer núcleo.
Acercando a una de las sandalias, un rollo de bolsas de basura
-Y esto otro (mostrando unas gafas de buceo) será el procesador del segundo núcleo.
-¿Vale?
El "alumno-compañero-trabajador" con cara de  "burro asomado a una tapia" le contesta: ¡Vale!
-Pues entonces la información viene por aquí y se reparte entre esta chancleta y esta. Cada una con su procesador. Por lo tanto le cuesta menos trabajo manejar la información. ¿Te has enterado?
-Sí. Muy claro.

Efectivamente, pensé, es una de las mejores explicaciones sobre el manejo de la información. Es decir: la mayor parte de ella es informal y se mueve en chanclas, mucha es procesada como basura y a veces se sumerge en las profundidades para no ser vista.


miércoles, 24 de noviembre de 2010

Cuatro azulejos resuenan como doce cascabeles

Cuatro azulejos se despegan de la pared y se hacen añicos en el suelo de la cocina. No pasa nada. No han caído encima de nadie. Lo curioso, es que se produce en el mismo instante, en el mismo milisegundo, en el que tengo que tomar una importante decisión.

Más señales. 

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Un extraño hombre en la cocina de Adán

Adán, se encontraba sentado en el borde de la silla, frente a la mesa de la cocina, dispuesto a comerse una manzana asada. La colocó en el plato y mientras humeaba, cogío una servilleta  y se la colocó  entre el cuello y el jersey. Un extraño hombre, sentado frente a él, lo miraba de reojo. Estaba entretenido  jugando con la tapa de una sartén. Con la mano izquierda la sujetaba desde el asa circular, a vuelta de rosca,  justo en el centro. Con la derecha, le daba vueltas y más vueltas. Vueltas y más vueltas. En sus manos y en su cabeza estaba el parar aquel movimiento contínuo de giros y más giros.  Era un gesto absurdo. Se miraba desde su conciencia, como el que mira fijamente  un escaparate lleno de televisores. Nada se escucha.  Aun así, resulta familiar seguir frente al cristal. Del mismo modo, este extraño hombre, no entendía bien el por qué, pero continuaba con su entretenimiento.

Adán, tan inocente como siempre, abrió la boca para dar el primer mordisco a su paradisiaca manzana. No le importaba lo que el extraño hombre hiciera o dejase de hacer. Lo que quería era comerse su olorosa manzana y saciar su hambre. Sin pensarlo, este ser sentado en su cocina, propinó, como colofón, un gran impulso a su juguete con intención de finalizar aquel  movimiento sin razón. Pero la tapa de la sartén se desenroscó del asa, e igual que una diminuta galaxia, orbitó a través del mortecino ambiente de la cocina con direción al cuello de Adán,  seccionándole la cabeza de cuajo.



Adán, predestinado por los tiempos de los tiempos, volvió a ser víctima inocente de  insignificantes juegos. Eva, asustada se aproximó al escuchar como la cabeza golpeaba contra el suelo.  Paralizada, se arrodilló junto Adán, observando como la cabeza  había rodado hasta la entrada.  El extraño hombre se levantó lentamente. Sin pestañear. Salió de la casa arrastrando una pesada bola de hierro que llevaba amarrada a su tobillo.

¡Perdón! Dijo.

Nota: A  todos los extraños hombres, que tras  movimientos´sin sentido en sus vidas, causan el sufrimiento de siempre los mismos Adanes.

Mirso de Tolina

lunes, 15 de noviembre de 2010

Silencio

Hace poco vi "Pulp Fiction" y esta es una de las frases que más me gustan de larga, divertida y al mismo tiempo, algunas veces, lenta película:

"¿No los odias?, ¿esos silencios incómodos?. ¿Por qué necesitamos decir algo para rellenarlos?. Es por eso que sabes que has encontrado a alguien especial. Puedes estar callado durante un puto minuto y disfrutar del silencio"

"¿Por qué creemos necesario decir gilipolleces para sentirnos a gusto?"

Mia Wallace


lunes, 8 de noviembre de 2010

Hágase la luz













Érase una vez, una estudiante de Erasmus  que siempre se sentaba en la primera fila y no paraba de echarme miraditas. Yo nunca he entendido muy bien el significado de ese lenguaje no verbal. Más bien me confunde. Admiro a aquellos que tras un breve rastreo son capaces de discernir entre las chicas que se presentan con posibilidades y saben descartar las que te van a dar con la puerta en las narices. Siempre he sido muy torpe para eso. Mi madre me lo recordaba siempre. "Torpe, que eres un torpe..." Como aquella vez que me atraganté con una aceituna gigante intentando sacarle el jugo. El aceitunón se quedó atravesado en mi garganta y me quedé sin respiración. Asustado, fui dando botes hasta la cocina con la intención de hacerlo retroceder, y mi madre, mientras me gritaba torpe, me dio una imprevista colleja que provocó que la aceituna saliese disparada rompiendo el cristal de la puerta de la cocina. Menos mal. Gracias mamá.

A lo que iba. A las 4 de la mañana el bar cerró y Jane y yo nos dirigimos hacia su casa. Yo me había quedado sin conversación y ella debido a su dificultad en hablar español tampoco soltaba ni una. Las manos me sudaban y en la  nuca sentía el frío de la noche que me paralizaba. Entramos en el portal y ella subió unos cuantos peldaños hasta  el ascensor. Yo me quedé en la puerta. Me moría por besarla. Por cogerla en mis brazos y darle un apasionado beso español. Pero las rodillas me temblaban y me impedían dar un paso. Mi única oportunidad era esperar a que la luz del portal se apagase y oculto por la segura  oscuridad, abalanzarme hacia ella y besarla. Así que decidí esperar unos segundos a que la bombilla dejase de iluminar mi enorme timidez. Nos miramos fijamente. Sus señales de atracción eran cada vez más evidentes. Muy tonto tenía que ser para no darme cuenta, pero, esa maldita luz no se apagaba.
¿Por qué? 
¡Apágate ya jodía! ¡Apágate!
El caso es que estuvimos mirándonos fijamente durante una eternidad. Una eternidad de frío, corriente nocturna, estupidez y cobardía. Por lo menos a mí me lo pareció así. Una infinita eternidad de luz y silencio. Supongo que la guiri se iría enfriando (acorde a la noche) según pasaban los minutos. Aun así, tengo que reconocer que aguantó el tirón durante un buen rato. La escena pudo quedar como la de dos pistoleros cruzando sus miradas en mitad del poblado desértico antes de disparar. Pero subió al ascensor y nunca más la volví a ver. Al marcharme dejé de presionar el interruptor con mi hombro. Entonces se apagó la luz.

Mirso de Tolina