"de vez en cuando los amigos tienen el deber de hacerse sentir como cuando eran niños"

Un día más me quedaré sentado aquí
en la penumbra de un jardín tan extraño.
Cae la tarde y me olvidé otra vez
de tomar una determinación.
Esperando un eclipse
me quedaré,
Persiguiendo un enigma
al compás de las horas.
Dibujando una elipse
me quedaré,
entre el sol y mi corazón.
Junto al estanque me atrapó la ilusión
escuchando el lenguaje de las plantas.
He aprendido a esperar sin razón.
Soy metálico en el Jardín Botánico
Con mi pensamiento sigo el movimiento
de los peces en el agua.
Un día más me quedaré sentado aquí
en la penumbra de un jardín tan extraño.
Cae la tarde y me olvidé otra vez
de tomar una determinación.
Esperando un eclipse
me quedaré,
Persiguiendo un enigma
al compás de las horas,
Dibujando una elipse
me quedaré,
entre el sol y mi corazón.








































viernes, 24 de septiembre de 2010

Gracias

Todas la mañanas cuando salgo de mi casa me encuentro a una anciana asomada a su puerta observando como la gente se va a trabajar. Bien vestida y peinada. Agarrada al marco de la puerta, su espalda encorvada por el paso de los años y con los ojos muy abiertos. No la conozco de nada pero un día me dio por saludarla. Sorprendida al principio me devolvía el saludo con cara de -no sé quién es o no lo he visto bien-. Ahora cada vez que paso por delante de su puerta me despide con un: "adios, hasta luego" y me lanza un beso con la mano como si fuese alguien de su familia.

Qué bien me sienta ese gesto.
No tiene precio.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

No sé por qué me cabreo


No sé por qué, pero  cada vez que leo el siguiente artículo, me da la impresión de que lo que dice Juan Torres tiene sentido. Las medidas económicas de ajuste que se proponen, según él,  ya se han probado infinidad de veces, y lo peor, nunca han funcionado. Bueno sí, para los bancos y grandes empresas. No tengo ni idea de economía, pero cuando me hablan de bancos o grandes empresas y su poder para influir en la política y en la toma de decisiones, me lo creo. Es más, me cabreo.

Pues no te digo nada cuando  leo el artículo por segunda vez.

Voy a dejar la tercera releída para otro momento...

lunes, 20 de septiembre de 2010

Miss Huevo


El mundo científico tiene, con frecuencia, algunos experimentos que son sin dudarlo, un tanto curiosos. Me acabo de enterar de uno en el que se da a escoger a un grupo de personas, entre 8 fotografías de hombres y 8 de mujeres, para seleccionar el retrato con el rostro más bello. Lo curioso es que, por otra parte, también se da a elegir a un grupo de gallinas, que previamente han sido adiestradas, para picotear ante la foto que más les gusta a cambio de un puñado de trigo. 

Conclusión: Las gallinas y los humanos eligieron las mismas fotografías.

Cosas de la evolución de nuestro cerebro.

Pero mira por donde creo que tiene sus ventajas. Por ejemplo, en los concursos de belleza, entre el jurado debería haber un 50% formado por  gallinas jurado independientes y objetivas. Se me ocurre también el abanico de posibilidades que se presenta en las fiestas nocturnas. Pongamos que sales por la noche y conoces a una chica. Para confirmar su atractivo (por si acaso la oscuridad, el ruido y el alboroto te afecta) te abres la gabardina y le preguntas a la gallina que llevas en el bolsillo interior, qué le parece. O mejor la sueltas por el pub y que vaya picoteando por ahí hasta que se pare a los pies de la  chica más guapa.

Eso es lo que yo hice hace ya unos cuantos años. 
Al  final elegí a la que ahora es mi mujer. Martita, una gran gallina ponedora.

Estoy muy contento de la elección.
Sólo que mi mujer  es muy madrugadora.
Al principio me molestaba pero ya me he acostumbrado
Se levanta al amanecer y me despierta todas las mañanas subida al armario.
Pero dentro de poco voy a ser padre.
Mi mujer ha puesto un huevo.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Mosquis

Érase una vez un par de moscas que revoloteaban a su antojo por una enorme casa. Vivían como reinas y hasta la fecha no habían encontrado una casa mejor que aquella. Tan grande, iluminada y a la vez con algunas estratégicas zonas sombrías para descansar. Disfrutaban todo el día de aquí para allá. Se paraban en el techo hasta que la sangre se les iba a la cabeza y no aguantaban más o se pasaban las horas haciendo looping y rozándose peligrosamente en pleno vuelo. Cómo aquellos aviones de la I Guerra Mundial que un día vieron sentadas frente a la tele del salón. Algunas veces se atrevían a limpiarse las alas encima del hombro del propietario de la casa . Pero no había otra cosa mejor que rechupetear el  pastel de manzana que, en ocasiones, el dueño se dejaba sobre la mesa de la cocina.

La mayor, más gorda y negra, era la que tomaba las decisiones. Proponía hacer esto o lo otro según se le pasaba por la cabeza.
-Se me ha ocurrido una cosa super divertida, -dijo-.
-No será a ver quién se acerca más al agujero del water. Yo no me la juego otra vez, -respondió la pequeña-
-Fue mala suerte quedarse encerrada en aquel agujero.  
El dueño de la casa siempre se  dejó abierta la tapa del retrete.  
No. No. Mira: ¿qué te parece si vamos a molestarlo mientras duerme la siesta?
-Es peligroso, -dijo la pequeña- Algunas veces su mano pasa  bastante cerca de nosotras.
-Que va, tonta, no seas miedosa. Vamos.

Así lo hicieron, se dirigieron al sofá donde el humano estaba roncando a pierna suelta.

-¡Ven! ¡Mira como me paro en su frente! Y no pasa nada. ¿Ves?
-Yo prefiero  las piernas que están más alejadas de los manotazos -Murmuraba la pequeña-
-Pero si es muy torpe! Mira! Mira! Me paré en su boca. Eso sí que le molesta. UuuuY! 
-Vamos a dejarlo ya -gritó la pequeña-. Hagamos otra cosa.
-¡Qué quejica eres! Si pretendes algún día ser una mosca cómo yo, tendrás que ser más atrevida. En la vida hay que mirar siempre hacia delante. Nunca atrás, -sermoneó la mosca negra y grande a la pequeña.
Y así siguieron durante todo el día... Haciendo monerías contra el espejo de la entrada, acercándose a la cuna para disfrutar del pañal del bebé mientras le hacían cosquillas en los pies o burlándose de la dueña de la casa que barría el pasillo y la terraza.

Entonces,  al final del día, cuando se disponían a relajarse  en una oscura esquina de la despensa, observaron una gran caca de perro en el jardín. Rápidamente emprendieron el vuelo  como poseídas pero a mitad de camino las dos tropezaron contra una gran ventana que daba al hermoso y florido patio.

-Eh! ¿Qué pasa? Vaya castañazo me he dado. -Se lamentó la mosca mayor-
-No sé. Parece como si una fuerza sobrenatural nos impidiera proseguir nuestro camino. Por más que empujo no puedo continuar mi vuelo, -gritó la más pequeña-
-Pues empuja. Nada nos va a detener.
Nada nos puede separar de ese hermoso excremento canino. 
¿Cómo es posible? 
¡Empuja!
Recuerda siempre hacia delante.
No mires atrás.
Somos las reinas de esta casa.

Y así pasaban los minutos, mientras empujaban, revoloteaban, moscardeaban contra aquel cristal. Por arriba, por abajo, por la izquierda y derecha, ningún hueco para sobrepasar aquella barrera. Gritaban y zumbaban como en una película de samurais chinos  pero todo era en vano. La pequeña, entonces se paró a reflexionar, miró a su compañera y dijo: creo que no hay nada que hacer. Por más que lo intentemos nunca conseguiremos traspasar este campo energético. La mayor, más gorda, negra y también con más orgullo,  vociferó: Continúa, no mires atrás. Continúa. Tras varias  horas de lucha contra el cristal,  le fueron apareciendo unas enormes  ojeras,  No paraba de jadear, sudar y disimulaba  intentando demostrar que nada la detendría.
La pequeña la miraba pensativa mientras reponía fuerzas. Es inútil. Esto debe tener una explicación científica. Entonces sin pensarlo, emprendió el vuelo otra vez, recordando el camino por el que había llegado hasta allí. Dio marcha atrás, cerró los ojos y arrancó de nuevo su vuelo pasando ante su sorpresa  por la otra hoja de la ventana que estaba abierta.

-Eh! Eh! Lo he conseguido.
Lo he conseguido.
Pasé la barrera energética.
La mierda es mía.  -Gritaba llena de alegría-

La mosca grande, sorda de extenuación, continuaba empujando sin escuchar.  Cada vez más cercana a su fin. Y así la pequeña mientras saltaba y disfrutaba de aquel excremento, divisaba a lo lejos a su orgullosa amiga delirando en soledad:
-Siempre hacia delante.
 Siempre hacia delante...-Susurraba para sus adentros-

Moraleja:


Para comerte una mierda solo tienes que recordar tus antiguos pasos y volverlos a repetir. Para cagarla solo tienes que mirar hacia delante nunca hacia atrás.

Mirso de Tolina

martes, 14 de septiembre de 2010

Aparcando el corazón

Parece ser que hay una investigación que relaciona la forma de aparcar con los problemas de corazón. Desde que me enteré me gusta mirár como aparca la gente. Se refiere a los aparcamientos en batería. Resulta que aquellos que hacen la maniobra nada más llegar metiendo el coche de culo para que al salir   no pierdan  tiempo en giros y demás, tienen más posibiliddades de padecer del corazón.

Pues yo he visto hileras de coches  aparcados todos en esta posición.

No me imagino la tensión que debe haber en esos lugares minutos antes de salir.
Ni que fuera la 24horas de Le Mans 
Yo por si acaso aparco de cara no me vaya a dar un patatus.

Tranqui, tranqui...

viernes, 3 de septiembre de 2010

Compañías de bajo coste y poca vergüenza



El otro día viajé por primera vez en una compañía aérea de bajo coste. Experiencia única. Son profesionales en el arte de sacarte unos euros de más. En pleno vuelo la línea aérea utiliza claramente dos posibles adicciones típicas de los pasajeros. Una es el tabaco. De repente un "azafato" levanta el brazo esgrimiendo cuatro cajetillas de cigarros mientras por megafonía interna del avión se deleitan con las excelencias del tabaco sin humo. Invento que no sirve de nada a los fumadores pero que, por cierto, podían haber inventado en lugar del cigarrillo con humo que tanto nos "beneficia" a los no fumadores.
La otra adicción es el juego. Te venden papeletas con el típico "rasca y gana". El pobre chico que vende los boletos no sabe qué cara poner. Lo entiendo.

Todo esto me sucedió  antes de que el trabajador de turno me invitara a meter mi equipaje en una especie de armazón de hierro de unas determinadas dimensiones para comprobar si la maleta puede ir conmigo en cabina o por el contrario tengo que soltar la pasta para que el bulto pueda viajar.

Previamente he pasado por el mostrador de la compañia, por el detector de metales. Haces tu correspondiente cola y justo cuando estás a punto de subirte al avión, te ponen contra la espada o la pared. O pagas o la maleta se queda en tierra.

Por supuesto, mi pequeña maleta no cabía en aquella estructura.

-No cabe. -Le dije-
-YA. -Me contestó- Tiene que pasar entonces por aquel  mostrador. 
-¡Ya!. -Le dije yo- ¿Puedo probar otra vez?
-Sí, sí. Claro. -Contestó con una pequeña sonrisa en su rostro-

Cogí el armazón-test de maletas con las dos manos. Por la abertura lateral que mostraba la estructura coloqué mi equipaje. Me senté en el suelo y entonces... Puf...Pim... Pam... Pufpufpuf. Clinnnnk...Toingtoing... Puf. 
Unas cuantas patadas bien dadas en los sitios adecuados hicieron el milagro.

-¡Oiga! -El encargado seguía haciendo su trabajo (como me dijo después)
-¡Oiga! Ya está adentro.
-Miró hacia el suelo donde me encontraba y con la boca abierta me dijo- -Bien...ejem....bien... Puede pasar.
-!Vale! Con una patada la volvía a sacar. Patada que tengo que confesar la di mientras pensaba en él.

La gente protestaba por la falta de puntualidad. La azafata les recriminaba sin cortarse ni un pelo. La culpa era nuestra. Cuando entraba hacia el túnel de embarque le dije que no tenía vergüenza. Por supuesto y cómo no me sorprendió, me amenazó dejándome en tierra si se lo repetía otra vez.
Me quedé mirándolo fijamente.
Unos segundos donde los dos angelitos que me aparecen de vez en cuando, uno blanco y otro negro, me decían:
Díselo. No. No se lo digas y entra. Sí. Díselo. No. Sí. No. Sí...

¿A que no sabéis qué hice?