- m. Estado de confusión y desorden en que se hallaba la materia hasta el momento de la creación del cosmos.
Vale.
Para definir caos los académicos, creo, se han ido demasiado lejos en el tiempo. Allá. Al momento de la creación del cosmos.
Andevas?
Andevas?
La confusión y desorden en que se hallaba la materia no es ni por asomo la confusión, aturdimiento, desorden, bullicio, follón, mala leche, desasosiego, barahúnda, alboroto, jaleo, desconcierto, pandemónium, batiburrillo, desorganización, tumulto, guirigay y barullo que se está formando y que se va a formar en las calles de Granada en los próximos meses (¿o años?)
Supongo que se ha abierto una partida presupuestaria y, ¡hala!, a levantar el asfalto de todas las calles a la vez. Y si no tengo bastante, lo junto con las obras del metro. Por cierto, si alguien me puede explicar y razonar que un metro en Granada es necesario, se lo agradecería. El servicio de autobuses deja mucho que desear y creo que podríamos empezar por ahí. Es como si en una casa no hay para comer, ni para pagar el alquiler o la hipoteca, ni para toallas y me compro una televisión de esas planas de 80 pulgadas.
Debe ser que no es muy popular hacer como en otras ciudades europeas tipo Amsterdam o como San Cugat sin ir más lejos: dar prioridad a la peatonalización de calles, al transporte público y a las bicicletas.
¿Es eso tan raro?
Pues si es tan raro a mí me gusta más que una ciudad llena de coches, contaminación, con metro y con autobuses de cuando Jesús perdió el disket.
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