Todas la mañanas cuando salgo de mi casa me encuentro a una anciana asomada a su puerta observando como la gente se va a trabajar. Bien vestida y peinada. Agarrada al marco de la puerta, su espalda encorvada por el paso de los años y con los ojos muy abiertos. No la conozco de nada pero un día me dio por saludarla. Sorprendida al principio me devolvía el saludo con cara de -no sé quién es o no lo he visto bien-. Ahora cada vez que paso por delante de su puerta me despide con un: "adios, hasta luego" y me lanza un beso con la mano como si fuese alguien de su familia.
Qué bien me sienta ese gesto.
No tiene precio.
1 comentario:
Es increible el cariño, afecto y respeto que nos inspiran ciertas personas mayores.¿Te has fijado que la mayoría debajo de esa cara marcada de arrugas y experiencia tienen ojos bondadosos?
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