"de vez en cuando los amigos tienen el deber de hacerse sentir como cuando eran niños"

Un día más me quedaré sentado aquí
en la penumbra de un jardín tan extraño.
Cae la tarde y me olvidé otra vez
de tomar una determinación.
Esperando un eclipse
me quedaré,
Persiguiendo un enigma
al compás de las horas.
Dibujando una elipse
me quedaré,
entre el sol y mi corazón.
Junto al estanque me atrapó la ilusión
escuchando el lenguaje de las plantas.
He aprendido a esperar sin razón.
Soy metálico en el Jardín Botánico
Con mi pensamiento sigo el movimiento
de los peces en el agua.
Un día más me quedaré sentado aquí
en la penumbra de un jardín tan extraño.
Cae la tarde y me olvidé otra vez
de tomar una determinación.
Esperando un eclipse
me quedaré,
Persiguiendo un enigma
al compás de las horas,
Dibujando una elipse
me quedaré,
entre el sol y mi corazón.








































viernes, 3 de septiembre de 2010

Compañías de bajo coste y poca vergüenza



El otro día viajé por primera vez en una compañía aérea de bajo coste. Experiencia única. Son profesionales en el arte de sacarte unos euros de más. En pleno vuelo la línea aérea utiliza claramente dos posibles adicciones típicas de los pasajeros. Una es el tabaco. De repente un "azafato" levanta el brazo esgrimiendo cuatro cajetillas de cigarros mientras por megafonía interna del avión se deleitan con las excelencias del tabaco sin humo. Invento que no sirve de nada a los fumadores pero que, por cierto, podían haber inventado en lugar del cigarrillo con humo que tanto nos "beneficia" a los no fumadores.
La otra adicción es el juego. Te venden papeletas con el típico "rasca y gana". El pobre chico que vende los boletos no sabe qué cara poner. Lo entiendo.

Todo esto me sucedió  antes de que el trabajador de turno me invitara a meter mi equipaje en una especie de armazón de hierro de unas determinadas dimensiones para comprobar si la maleta puede ir conmigo en cabina o por el contrario tengo que soltar la pasta para que el bulto pueda viajar.

Previamente he pasado por el mostrador de la compañia, por el detector de metales. Haces tu correspondiente cola y justo cuando estás a punto de subirte al avión, te ponen contra la espada o la pared. O pagas o la maleta se queda en tierra.

Por supuesto, mi pequeña maleta no cabía en aquella estructura.

-No cabe. -Le dije-
-YA. -Me contestó- Tiene que pasar entonces por aquel  mostrador. 
-¡Ya!. -Le dije yo- ¿Puedo probar otra vez?
-Sí, sí. Claro. -Contestó con una pequeña sonrisa en su rostro-

Cogí el armazón-test de maletas con las dos manos. Por la abertura lateral que mostraba la estructura coloqué mi equipaje. Me senté en el suelo y entonces... Puf...Pim... Pam... Pufpufpuf. Clinnnnk...Toingtoing... Puf. 
Unas cuantas patadas bien dadas en los sitios adecuados hicieron el milagro.

-¡Oiga! -El encargado seguía haciendo su trabajo (como me dijo después)
-¡Oiga! Ya está adentro.
-Miró hacia el suelo donde me encontraba y con la boca abierta me dijo- -Bien...ejem....bien... Puede pasar.
-!Vale! Con una patada la volvía a sacar. Patada que tengo que confesar la di mientras pensaba en él.

La gente protestaba por la falta de puntualidad. La azafata les recriminaba sin cortarse ni un pelo. La culpa era nuestra. Cuando entraba hacia el túnel de embarque le dije que no tenía vergüenza. Por supuesto y cómo no me sorprendió, me amenazó dejándome en tierra si se lo repetía otra vez.
Me quedé mirándolo fijamente.
Unos segundos donde los dos angelitos que me aparecen de vez en cuando, uno blanco y otro negro, me decían:
Díselo. No. No se lo digas y entra. Sí. Díselo. No. Sí. No. Sí...

¿A que no sabéis qué hice?


1 comentario:

Anónimo dijo...

parece que el humor del autor no pasaba por su mejor momento. Gracias por entretenernos