El otro día estuve en la biblioteca.
Tenía tiempo así que me busqué un sitio bien cómodo y unos cuantos libros y revistas.
Allí estaba, sentado en una apacible mesa al lado de una ventana por la que entraba un sol de gloria.
Pero... O, o... Sí... Siempre aparece el "pero" de turno.
Cuanto más a gusto estás algo inesperado surge de no sé donde.
¿Qué puede suceder en una biblioteca, lugar de tranquilidad y reposo?
Pues te cuento...
Un tipo ni muy alto ni muy bajo, ni muy gordo ni muy flaco, ni muy guapo ni muy feo, ni muy listo pero tontísimo, entra y se sienta a tu lado con lo que yo llamo "el síndrome de la gota malaya".
Digo esto porque en los últimos días me ha sucedido varias veces...
En el autobús, en el supermercado, y en la cola de un cajero.
Suele aparecer en lugares donde predomina el silencio...
El colega comienza con unos leves y casi inaudibles sorbos nasales cuyo objetivo es que el moco, o sea, la gotita, que por vete tú a saber qué virus, bacteria o micoorganismo, no caiga de la nariz..
Poco a poco comienza la tortura...
Nif,...niiiifffff,....nif...niffffff,....NIiiiiiiIFffffffffffffffff!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Halaaaaaaaaaaa!!!!! !!!Esta vez te habrá llegao hasta el occipital!!!!
Como si de una gran sinfonía se tratase, la levedad con la que empezaron aquellos sollozos se convierte progresivamente en una tormenta de ruiditos que...me producen otra tormenta pero en mi caso de pensamientos...
-¡Suénate....!!!! ¡Suenatéeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!
Grito dentro de mí.
-Y si le doy un pañuelo de papel...con una sonrisa, claro.
-Sí. No. Sí...
-Bueno, a lo mejor le gusta. Le hace cosquillitas en la nariz...
-Otra vez. Y otra... ¡Otra!
(Diez minutos después)
-¡Lo matOoooooooooooOooooooooooooooo!
-A este tío me lo cargo!!!!
-Lo pongo boca arriba y le meto un almohadón por la nariz...!!!!
Vale.
Me rindo.
Me voy.
La gota malaya es superior a mí.
Peor que la gripe A y nadie habla de esto.
La cantidad de muertes por suicidio que habrá provocado...
¡Ay Señor, paquiénseré!
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