A petición de algunos seguidores de la entrada "Semana Santa a 42km 537m" del día 13/o4, voy a proponer un segundo final. Pero, no os preocupéis, si este no os place, en próximos días haré un tercer final y una encuesta para ver cual es el más votado. Sin más, y a partir del siguiente párrafo la historia se desarrolla de la siguiente manera:
Miré al cielo esperando encontrar un helicóptero fumigador o algo por el estilo, era lo único que me faltaba, y de refilón vi detrás de mí un poema grabado en azulejos de cerámica de V. L. Olalla Molinero, algún ilustre del pueblo, que me miraba fijamente a los ojos. Hice una lectura rápida, -ahmmm-ahnmmammm-ehmnnnm,...- hasta llegar a los dos últimos versos que decían:
“... que estas son las glorias de ayer y de hoy de nuestro pueblo La Peza”
En mi mente quedó resonando ese último verso: "...que estas son las glorias... de ayer y de hoy... de nuestro pueblo La Peza"
Di tres pasos lentamente hacia atrás, separándome poco a poco de aquel... de aquel... de aquel poema que estoy seguro no habrá leído nadie del pueblo. Me volví a sentar en el banco, observando el cuadro humano que se presentaba delante de mí. La Alsina, el gitanillo, los cuatro en la moto, el camionero, el niño y la madre, como si fuera una pintura, como las "Pequeñinas de Velazquez" que dirían en mi pueblo.
Entonces, me dirigí hacia el mozuelo de los altavoces, se había parado un momento a charlar con un colega del pueblo. Me asomé por la ventanilla intentando no meter mucho la cabeza para que no me estallasen los oídos. Le miré a los ojos y entendió perfectamente lo que estaba buscando. Con un gesto de cabeza me señaló el maletero de atrás. Lo abrí y saqué un vaso que coloqué sobre un muro situado a mi derecha. Una botella de Martini. Una botella de ginebra. Una aceituna. Un palillo y 6 cubitos de hielo. Por supuesto las botellas estaban bien frías dentro de un capazo lleno de hielo al lado de la azada y un pequeño botijo que llevaba entre toda aquella bodega ambulante.
Mezclé 5 cl de ginebra con 1 cl de Martini&Bianco más el hielo. A continuación , cruce un pie sobre el otro, apoyé mi codo derecho sobre el muro mientras sujetaba el vaso con la mano izquierda y comencé a dar vueltas a la mezcla, con el palillo y su correspondiente aceituna insertada en él, en sentido horario.
Cerré los ojos y seguí... y seguí... y seguí dando vueltas al Martini hasta que noté el aliento de alguien frente a mí. Cuando abrí los ojos, no os lo perdáis, el pueblo había cambiado completamente. Un niño de unos diez años me miraba fijamente con gran curiosidad a dos palmos del muro donde estaba apoyado.
-¿Qué miras, nene? -pregunté-
- ¿De qué pueblo eres? -dijo el niño-
-¿Yo? -dije-, mientras pensaba dónde habría comprado el niño el pantaloncillo corto que vestía y aquella camisa a cuadros con su chaquetilla marrón de pana tan graciosa.
-¿Dónde está el camionero, chaval?
-¿Einng? -Me contestó con cara de asombro-.
-El enano preguntó rápidamente...- ¿Qué llevas en la cabeza?
-¿Un casco, no lo ves?
-¿Un quéeeeee?
De forma instintiva volví a dar una vuelta más al Martini, en sentido horario.
Y aquí viene lo bueno.
Tuve que parpadear 15 ó 20 veces, restregarme los ojos, qué digo restregarme... frotármelos de tal forma que casi me los saco.
Aquel pedazo de mocoso había rejuvenecido unos 5 años más.
El brazo se me quedó inmóvil de forma refleja.
No sé si eran imaginaciones pero creí escuchar una canción que decía:
"Donde estés... y a la hora que estés... un Martini te invita a vivir... su inquietante sabor tiene vida y color... Es Martiiiiiniiiiiiiiiiiiii!!!!"
No me atreví a darle más vueltas a aquel mejunje.
-¿Y toda la gente que había en la plaza hace un rato? -grité-
El chavalín me miraba sin parpadear con aquellos ojos como dos balones de Pilates. Miraba la bici, mi casco, me miraba de arriba abajo como si fuera un extraterrestre.
-¡Niño! ¡Contesta! ¿Cómo te llamas?
-¿Quién, yo?
-¡Pues claro! ¿Con quién estoy hablando? ¡Responde!
-Me llamo Victor Luís Olalla Molinero, para servirle. -replicó el niño-
-¡Coño! El del poema. Ah, pues yo pensaba que tu padre había muerto hace tiempo.
-¿Mi padre? Qué va. Ahora está trabajando en el campo con las mulas...
A no ser, que... A no ser, que...
BBuuuuUUUaaaAAAAA!!!!!.... BuuuUUUuaaaAAAAA.....!!!!!
-Nene, no llores que se van a pensar que te estoy haciendo algo raro. ¡Nene, por favor!...
-NO ME DIGA QUE MI PADRE A MUERToooOOOOOO....
BuuuUUUUaaaaAAAAAAA!!!!!!!
-No, a ver si me explico...-intenté tranquilizarlo- No quería decir eso. ¿Vamos a ver, cómo se llama tu padre?
-Snif....Snif....¿Mi padre? Victor Olalla Peral.
-¿Peral?... ¿Peral?... ¿Pero tu padre no es el poeta?
-Bueno... Sí. Mi padre me ha enseñado una poesía si es eso a lo que se refiere.
-¡Ah, si! ¡Dímela, rápido!
-¡Ejemm!-Y muy serio. Firme y con la barbilla alta, dijo- "Entre los dedos de las manos y los dedos de los pies... los coj.... y mi p.... todos suman veintitrés"
-¡PERO...PERO... NENE! ¿Qué coño de poema es ese? No se dicen palabrotas.
-Usted ha dicho coño. Y mi padre dice que en el arte todo es válido... Y mi padre dice que...
-¡Vale! ¡Vale! Ya tengo bastante. ¿Entonces tú eres el del poema que leí hace un rato? O sea, hace unos años... O sea, qué lío me estoy haciendo... Bueno tengo que irme... Tengo prisa... Me estoy poniendo muy nervioso.
El niño, más tranquilo, me obsequió con una dulce sonrisa.
-Mira nene, tú no lo entiendes... Yo estaba bebiéndome un Martini cuando... Bueno, "paquetecuentoesto". Esto deben ser "las glorias de ayer y de hoy de nuestro pueblo La Peza"
-Oiga. ¡Qué bonito! Usted también es un poeta. ¿Me regala ese verso? -Dijo el niño muy entusiasmado-
-Claro que sí, es tuyo. No lo olvides nunca. ¿Vale? Algún día lo utilizarás.
Volví a coger el Martini que había dejado sobre el muro. Y pensé. Lo hecho se podrá deshacer.
Mi mano temblorosa sujetaba el vaso. Los cubitos castañeaban contra sus paredes produciendo un sonido peculiar, como el cascabel de una serpiente. El niño me miraba fijamente agarrando sus manos por detrás de la espalda.
Cerré los ojos cogí el palillo con su aceituna y empecé a girar y girar... Girar y girar el Martini esta vez en sentido anti horario. Y así estuve un buen rato... Un buen rato...
Cuando abrí los ojos el niño había desaparecido. nadie había a mi alrededor. El pueblo parecía un pueblo fantasma. Me entró un acojono tal, que agarré la bici y salí pitando de aquel sitio. Maldita la hora que decidí llegar hasta aquí.
Todo lo acontecido giraba enloquecidamente en mi cabeza. Estaba confuso. De vez en cuando me golpeaba la mejilla para confirmar que estaba despierto. Y ¡pim! y ¡pam!. Y ¡pam! y !pim!...
Transcurridos unos 10km pedaleando cuesta arriba y con la cara completamente abofeteada, de repente, frené en seco. Algo extraño vi a lo lejos. Me bajé de la bici y me escondí detrás de un gran arbusto al borde de la carretera. Nada de esto me cuadraba. Tenía el presentimiento de que las cosas no eran como antes.
A 500 metros, a lo lejos, sobre lo alto de una pequeña colina 4 jinetes a caballo hablaban entre ellos mientras, me daba la impresión, vigilaban los alrededores. Como de lejos no veo bien, saqué mis gafas de la mochila. Mientras rebuscaba, observé un periódico medio enterrado entre la tierra. El formato era desconocido y el titular en la primera página me llamó la atención. Me quedé boquiabierto cuando asimilé lo que estaba pasando.
El titular decía:
"LA ESPECIE HUMANA AL BORDE DE LA EXTINCIÓN"
Los símios se hacen con el control del planeta.
La ingeniería genética se nos fue de las manos y bla..bla...bla.
En la foto de portada, cinco símios asomados en lo alto de la Torre de La Vela de la Alhambra. Agencia EFE.
Al terminar de leer me toqué la entrepierna. Me había meado.
Cuando levanté la cabeza, los 4 simios a caballo se encontraban a escasos metros.
Me monté en la bici y tiré cuesta abajo más rápido que Julián Muñoz recalificando terrenos. Aquellos salvajes gritaban como posesos y creo que no tenían buenas intenciones.
-Espero que el Martini siga sobre el muro -pensé-.
Al terminar de leer me toqué la entrepierna. Me había meado.
Cuando levanté la cabeza, los 4 simios a caballo se encontraban a escasos metros.
Me monté en la bici y tiré cuesta abajo más rápido que Julián Muñoz recalificando terrenos. Aquellos salvajes gritaban como posesos y creo que no tenían buenas intenciones.
-Espero que el Martini siga sobre el muro -pensé-.
La salvación del planeta dependía de un vermut con ginebra, un palillo y su aceituna.
1 comentario:
Prefiero el eructo... Más machote...
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