"de vez en cuando los amigos tienen el deber de hacerse sentir como cuando eran niños"

Un día más me quedaré sentado aquí
en la penumbra de un jardín tan extraño.
Cae la tarde y me olvidé otra vez
de tomar una determinación.
Esperando un eclipse
me quedaré,
Persiguiendo un enigma
al compás de las horas.
Dibujando una elipse
me quedaré,
entre el sol y mi corazón.
Junto al estanque me atrapó la ilusión
escuchando el lenguaje de las plantas.
He aprendido a esperar sin razón.
Soy metálico en el Jardín Botánico
Con mi pensamiento sigo el movimiento
de los peces en el agua.
Un día más me quedaré sentado aquí
en la penumbra de un jardín tan extraño.
Cae la tarde y me olvidé otra vez
de tomar una determinación.
Esperando un eclipse
me quedaré,
Persiguiendo un enigma
al compás de las horas,
Dibujando una elipse
me quedaré,
entre el sol y mi corazón.








































jueves, 14 de enero de 2016

El gesto denso



Se le ocurrió comer trozos de higos secos durante las campanadas de Nochevieja. Al acabar el último pedazo, sintió que el aire que respiraba se había transformado en un gas más denso. Como cuando pasas de beber la parte más acuosa de un zumo a su pulpa que reposa en el fondo. Ese aire fue llenando todos los recovecos de su cuerpo hasta que no quedó espacio vacío en él. En ese aire no solo había oxígeno, nitrógeno, otros gases nobles, dióxido de carbono y agua. No. En ese aire, había algo, alguna partícula extra que hizo que la  visión de aquel hombre comenzase a burbujear y su cerebro iniciase un proceso de incomprensión. No entendía nada. Todo se había vuelto lento,sus movimientos eran más espesos. Le costaba levantarse, girar, parpadear. Su entorno se ralentizó. Asimilaba a cámara lenta y a esa misma velocidad lo procesaba. Con espesura, con el freno de mano neuronal echado. 

Lo último que recuerda es que una puerta se cerró. Lentamente. Tardó varios segundos. Esa gran y pesada puerta iba a eclipsar la luz del salón. Bajo esa luz una mujer. Llena de dolor. Con la cara desencajada. Lo miró con ojos entreabiertos de furia. Se apoyó en la puerta y con un breve impulso, mientras la puerta se dirigía a su cerradura, destino final, milésimas antes, levantó su pequeña mano y la movió de un lado al otro realizando un pequeño saludo. Un gesto bonito, tierno, de un gran corazón  escondido detrás de aquella maniobra mientras se desencadenaba aquel volcán. Qué visión tan incomprensible y a la vez bella, movimiento emotivo, cargado de amor. Amor en una pequeña coreografía gestual. Es lo que mejor recuerda de aquel eclipse.  Entonces, sonó una explosión. 

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