El pasado fin de semana hice un viaje. Llegué a casa de mis padres. Me duché. Me quité mi collar negro. Lo dejé en el cuarto de baño. De allí me lo llevé a mi habitación.
Lo que quiero decir es que me pasé todo el resto del fin de semana buscando mi collar. Debajo de la cama. En mi bolsa de viaje. Rebusqué por el cuarto de baño. Por mi habitación. Y, nada. Nada de nada. Pensé que lo encontraría en algún recóndito lugar de la casa o incluso, que lo había tirado a la basura por equivocación.
Regresé del viaje sin mi collar. Cené y me acosté.
A la mañana siguiente, al despertar me giré y vi mi collar colgado del cabecero de la cama. Esto es así. Viajé con él. Estoy seguro.
Actualización:
Puede que no viajará con él y me dejase el collar en mi casa, pero, mi mente vivió el fin de semana con el collar en mi cuello, en mis manos. No puedo decir otra cosa. Así que, sigue siendo algo raro y mágico, sea por mi mente o sea por los duendecillos del bosque.

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