Jugueteando,
llega a la orilla la gota más lejana al mar,
y se acomoda bajo tus pies.
Se posa sobre tu cuerpo, se desnuda y te espera.
Como disimulando,
como si nada,
la más lejana al mar
te toca, te acaricia, lame tu cuerpo.
La que susurró a los océanos
a las bestias oscuras de las profundidades.
La que navegó con piratas y reinas
Esa. Esa misma gota.
Te recorre mientras estás descuidada
te invade, te provoca, te suscita.
Te conmueve, te hace suspirar.
Pero no te das cuenta
porque miras al horizonte,
donde, aquellas, ni te miran, ni te adoran
ni te quieren, ni te desean.
Mientras, la que morirá por ti se desvanece, se evapora
en tu piel, pero antes alcanza tus labios; consigue besarte
sin que te percates,
porque tú estás más allá,
lejos de la gota más lejana al mar y lejos de ti.
Mirso de Tolina