Foto: Alain Laboile
Érase una vez que se eraun príncipe que se convirtió en sapo.
Ni intentando darle la vuelta
como si fuera un calcetín
volvería a ser aquel príncipe.
La princesa al verlo croar
decidió tirar la llave al fondo del mar.
Era la llave de su ahora nuevo corazón de batracio.
Cayó cerca de aquella inolvidable sirena
que un día inundó de color
su antes príncipe corazón.
Eran otros tiempos,
cuando el fondo del mar
era un hermoso fondo de mar
donde llegaba la luz pura del sol.
Un fondo no contaminado.
Pero ahora
con tantas llaves
de tantos corazones de sapos
que un día fueron príncipes
pues...
no queda bonito.
No es lo mismo pasear por esas profundidades.
Además, nadie buceó para rescatar y limpiar
ese paraje subacuático de llaves oxidadas.
Una vez, un intrépido submarinista se atrevió
pero no pudo llevarlas a la superficie.
Además, nadie buceó para rescatar y limpiar
ese paraje subacuático de llaves oxidadas.
Una vez, un intrépido submarinista se atrevió
pero no pudo llevarlas a la superficie.
Eran demasiadas.
Pesaban mucho.
Pesaban mucho.
Hubiera hecho falta
ayuda submarina extra
(y claro, ahora queda feo el fondo así
con tanto metal envejecido, con tantas llaves
de tantos corazones oxidados)
ayuda submarina extra
(y claro, ahora queda feo el fondo así
con tanto metal envejecido, con tantas llaves
de tantos corazones oxidados)
Mejor dejarlo como está y volver a la orilla de la playa.
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