Al día siguiente, viernes, desayuné solo. A lo lejos, la ciudad continuaba con su neurótico e intranquilo bullicio diario, sin más por qué que la simple inercia de la marabunta entre los grandes edificios. Llevaba un año en aquella casa perdida en la montaña. Había dado largos paseos por los alrededores, había visto decenas de veces los mismos árboles, los mismos caminos, había recorrido las innumerables veredas, muy poco transitadas por los lugareños. Me había sentado en aquel banco desde donde se divisaban todos los pueblos de alrededor. También la infinita costa y un misterioso mar desconocido y familiar a la vez. Pero hasta aquel viernes por la mañana, nunca me había parado a pensar que aquellos parajes serían distintos con el paso de los días.
Ahora, a raíz de nuestro encuentro todo será diferente y con el tiempo lo será más. Nada volverá a ser lo mismo.
Ahora, a raíz de nuestro encuentro todo será diferente y con el tiempo lo será más. Nada volverá a ser lo mismo.
Mirso de Tolina
1 comentario:
!Vamos a ver!, primeramente será encontrarse para desencontrarse después ¿no?, o vale aquí también lo de que el orden de los factores no altera el producto. Pero me alegra lo de este desencontrado encuentro, o al revés, que ya me he hecho un lío.
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