"de vez en cuando los amigos tienen el deber de hacerse sentir como cuando eran niños"

Un día más me quedaré sentado aquí
en la penumbra de un jardín tan extraño.
Cae la tarde y me olvidé otra vez
de tomar una determinación.
Esperando un eclipse
me quedaré,
Persiguiendo un enigma
al compás de las horas.
Dibujando una elipse
me quedaré,
entre el sol y mi corazón.
Junto al estanque me atrapó la ilusión
escuchando el lenguaje de las plantas.
He aprendido a esperar sin razón.
Soy metálico en el Jardín Botánico
Con mi pensamiento sigo el movimiento
de los peces en el agua.
Un día más me quedaré sentado aquí
en la penumbra de un jardín tan extraño.
Cae la tarde y me olvidé otra vez
de tomar una determinación.
Esperando un eclipse
me quedaré,
Persiguiendo un enigma
al compás de las horas,
Dibujando una elipse
me quedaré,
entre el sol y mi corazón.








































miércoles, 17 de noviembre de 2010

Un extraño hombre en la cocina de Adán

Adán, se encontraba sentado en el borde de la silla, frente a la mesa de la cocina, dispuesto a comerse una manzana asada. La colocó en el plato y mientras humeaba, cogío una servilleta  y se la colocó  entre el cuello y el jersey. Un extraño hombre, sentado frente a él, lo miraba de reojo. Estaba entretenido  jugando con la tapa de una sartén. Con la mano izquierda la sujetaba desde el asa circular, a vuelta de rosca,  justo en el centro. Con la derecha, le daba vueltas y más vueltas. Vueltas y más vueltas. En sus manos y en su cabeza estaba el parar aquel movimiento contínuo de giros y más giros.  Era un gesto absurdo. Se miraba desde su conciencia, como el que mira fijamente  un escaparate lleno de televisores. Nada se escucha.  Aun así, resulta familiar seguir frente al cristal. Del mismo modo, este extraño hombre, no entendía bien el por qué, pero continuaba con su entretenimiento.

Adán, tan inocente como siempre, abrió la boca para dar el primer mordisco a su paradisiaca manzana. No le importaba lo que el extraño hombre hiciera o dejase de hacer. Lo que quería era comerse su olorosa manzana y saciar su hambre. Sin pensarlo, este ser sentado en su cocina, propinó, como colofón, un gran impulso a su juguete con intención de finalizar aquel  movimiento sin razón. Pero la tapa de la sartén se desenroscó del asa, e igual que una diminuta galaxia, orbitó a través del mortecino ambiente de la cocina con direción al cuello de Adán,  seccionándole la cabeza de cuajo.



Adán, predestinado por los tiempos de los tiempos, volvió a ser víctima inocente de  insignificantes juegos. Eva, asustada se aproximó al escuchar como la cabeza golpeaba contra el suelo.  Paralizada, se arrodilló junto Adán, observando como la cabeza  había rodado hasta la entrada.  El extraño hombre se levantó lentamente. Sin pestañear. Salió de la casa arrastrando una pesada bola de hierro que llevaba amarrada a su tobillo.

¡Perdón! Dijo.

Nota: A  todos los extraños hombres, que tras  movimientos´sin sentido en sus vidas, causan el sufrimiento de siempre los mismos Adanes.

Mirso de Tolina

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me da miedo entrar en la cocina. Creo que Mirso está abusando de películas "thriller". Pero en todo esto debe de subyacer algún mensaje, estoy segur@. Los "extraños hombres" algun día pagarán todo el mal que han hecho. Besos y abrazos reconfortantes. Anónim@.

Anónimo dijo...

Lástima que el sinsentido descabece el anhelo del hombre en su proceso conciente de vida... y una pena que Adán así lo permita.
Eva forma parte del decorado... esto es solo un asunto de Adán.
Noches oscuras, amigo...