"de vez en cuando los amigos tienen el deber de hacerse sentir como cuando eran niños"

Un día más me quedaré sentado aquí
en la penumbra de un jardín tan extraño.
Cae la tarde y me olvidé otra vez
de tomar una determinación.
Esperando un eclipse
me quedaré,
Persiguiendo un enigma
al compás de las horas.
Dibujando una elipse
me quedaré,
entre el sol y mi corazón.
Junto al estanque me atrapó la ilusión
escuchando el lenguaje de las plantas.
He aprendido a esperar sin razón.
Soy metálico en el Jardín Botánico
Con mi pensamiento sigo el movimiento
de los peces en el agua.
Un día más me quedaré sentado aquí
en la penumbra de un jardín tan extraño.
Cae la tarde y me olvidé otra vez
de tomar una determinación.
Esperando un eclipse
me quedaré,
Persiguiendo un enigma
al compás de las horas,
Dibujando una elipse
me quedaré,
entre el sol y mi corazón.








































viernes, 23 de enero de 2009

Hay que gustito "pa" mis orejas




Alguna vez durante vuestra vida seguro que habéis encontrado a alguien que derrochaba felicidad. Un amigo, un individuo que nos presentaron, un familiar que emitía buena onda, con quien sin pensártelo 2 veces hubieras hecho un viaje no importa donde.


Después de muchos años de búsqueda de la felicidad, de comprar décimos de lotería, de hacer grandes viajes, de esperar que suceda algo que cambiará nuestra vida, en definitiva de aferrarnos a la buena suerte o al azar resulta que la felicidad se cultiva y se entrena.
Si queremos que nuestros próximos años estén llenos de momentos felices debemos ponernos manos a la obra ahora. ¿Alguna vez habéis sentido tener el control de vuestras acciones? ¿Habéis llegado a tener una experiencia óptima? Estos momentos no se producen tumbados a la bartola sino cuando hemos llegado a nuestro límite de esfuerzo para conseguir algo difícil y que valiera la pena. Son los desafíos que nos hacen crecer. Estas experiencias no tienen que ser necesariamente placenteras en el momentos de realizarlas. En mi caso particular, por ejemplo, cuando me encuentro haciendo un triatlón de larga distancia no hay parte de mi cuerpo que no me duela, durante 5, 6, hasta 9 horas, el único pensamiento que pasa por mi cabeza es el de parar, el oxígeno no me llega al cerebro, "no siento las piernas"... sin embargo es uno de los mejores momentos de mi vida. Aunque no se entienda bien, en ese momento estaba disfrutando de mí mismo.
En próximas entradas seguiré contando qué podemos hacer para encontrar esos momentos donde el tiempo vuela sin darnos cuenta.

No hay comentarios: