Hace unos cuantos años, comenzó la destrucción del "vulanico". De ese regalo con el que uno sueña y viaja por la vida colgado de él, volando suavemente por encima de nuestros anhelos y deseos. Todo podría comenzar, entre otros muchos ejemplos, cuando alguien descubrió el gran negocio de la obsolescencia programada. Empezaron a soplar fuertes vientos que desestabilizaron nuestro planeador de sueños. Coches, lavadoras, hasta las pinzas de la ropa... no interesaba que duraran mucho tiempo. Se ocultó la garantía de largo funcionamiento tras el diseño y así, parte de nuestro vulanico, perdió uno de sus filamentos que forman su corona.
Se nos obligó a que nuestra vida se convirtiera en puro consumo y accedimos a ello a toda prisa. Entonces, perdimos otro de nuestros filamentos. Con los años y acostumbrados al consumo desmesurado, comenzamos a vivir por encima de nuestra posibilidades y fuimos perdiendo más pelusilla. Algunos intentamos resistirnos pero resultó difícil. -Las hipotecas estaban al alcance de la mano. era tan fácil, tantas ventajas, tan poca reflexión-
Las cajas de ahorros dejaron de ser entidades dedicadas a la obra social y se convirtieron en inhumanos buscadores de oro a toda costa. Muchos políticos dejaron de servir al pueblo para servirse a ellos y a sus allegados, si no lo estaban haciendo ya, pero ahora, respaldados por leyes que ellos mismos proponían y amparaban. Nos endeudamos para obtener cosas materiales que, ahora en estado de shock, se está viendo que son inútiles. Malgastando nuestras opciones, volvimos a votar a aquellos que hace unos cuantos años nos engañaron. Sustituyendo a esos que ya nos habían engatusado anteriormente. Y por supuesto los volveremos a votar o si no, tiempo al tiempo.
¿Y qué nos queda?
¿Dónde podemos aferrarnos en este momento?
Pues no nos queda más remedio que agarrarnos al tallo seco y sin corona, lo que nos queda de aquello que fue un precioso vulanico. Sujetándolo con los pies en el suelo, como el palo de un pancarta, con el que algunos, aprovechan y lo utilizan para reivindicar sus derechos. Porque aquel utensilio de ensoñación ya no nos hace volar. Encima nos hacen creer que debemos de dar gracias por tener, al menos, ese delgado tallo para sujetar nuestras vidas y protestas.
Sálvese quien pueda. Nuestro útimo utensilio de reivindicación está por desaparecer al completo con las nuevas medidas que estan por venir, a no ser que tapemos la boca a aquellos que no paran de soplar y soplar complicándonos la vida.
¿Cómo? Muy fácil, con nuestro voto.
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